Más allá de la custodia compartida ¿Cuándo puede no ser la mejor opción?

La custodia compartida ha sido ampliamente promovida como el modelo ideal en los procesos de separación o divorcio. Se basa en la idea de que el acceso equitativo a ambos progenitores promueve un desarrollo más saludable y equilibrado. Numerosos estudios avalan esta postura, destacando que los niños que mantienen relaciones cercanas con ambos padres tras la separación tienden a adaptarse mejor, tanto emocional como psicológicamente (Bauserman, 2002, 2012; Bjarnason y Arnasson, 2011).

Sin embargo, aunque la custodia compartida se asocia a menudo con mejores niveles de adaptación, no es una solución universal aplicable a todos los casos. En situaciones de alto conflicto, carencia estructural, incapacidad parental o falta de vínculo previo, la custodia compartida puede resultar perjudicial. Este artículo examina cuándo la custodia compartida puede no ser la opción más recomendable y por qué es esencial adaptar las recomendaciones a las circunstancias concretas de cada familia.

En este artículo vamos a hablar de:

Beneficios custodia compartida

En la literatura científica existe consenso en que la custodia compartida, en condiciones óptimas, favorece el bienestar de los hijos. Estudios de Bauserman (2002, 2012) y Bjarnason y Arnasson (2011) encontraron mejores resultados en niños con contacto equilibrado. Los niños que mantienen contacto equilibrado con ambos progenitores muestran mejor adaptación emocional y social que quienes tienen custodia exclusiva. En comparación con la custodia exclusiva, la compartida promueve mayores beneficios para el bienestar emocional y social de los niños. Entre los beneficios destacados de la custodia compartida se encuentran:

  • Mayor estabilidad emocional: La presencia activa de ambos padres ofrece a los menores una mayor sensación de seguridad y continuidad.
  • Fortalecimiento de la relación parental: Los menores mantienen y desarrollan un vínculo saludable con ambos progenitores, lo cual es crucial para su bienestar emocional.
  • Mejores resultados académicos y sociales: En términos generales, muestran menores problemas de comportamiento y un mejor rendimiento académico (Bauserman, 2012).

Situaciones en las que la custodia compartida puede no ser recomendable

A pesar de sus beneficios generales, la custodia compartida no es una solución universal y, en algunos casos, puede ser contraproducente. Pruett et al. (2009) destacan que, en circunstancias específicas, la custodia compartida puede aumentar el estrés y la inestabilidad en la vida de los hijos, especialmente cuando no existen las condiciones adecuadas para su implementación.

  1. Alto nivel de conflicto entre los padres

Uno de los principales factores que hacen poco recomendable la custodia compartida es la alta conflictividad entre los progenitores. Cuando los padres no pueden cooperar de manera constructiva o resolver sus diferencias sin hostilidad, los hijos pueden quedar atrapados en el medio del conflicto, lo que genera un estrés emocional significativo. En situaciones de conflictos intensos o violencia doméstica, la custodia compartida puede exponer a los niños a más tensiones y traumas, aumentando el riesgo de problemas de ansiedad, depresión y trastornos de conducta (Ramírez, 2016).

El impacto negativo de los conflictos prolongados entre los padres puede ser más perjudicial para los hijos que el propio divorcio en sí (Amato y Hohmann-Marriott, 2007). En un entorno inestable y lleno de enfrentamientos, la custodia compartida puede agravar los problemas en lugar de solucionarlos.

  1. Carencia estructural o logística

Cuando existen dificultades logísticas, la custodia compartida puede ser difícil de implementar sin crear inestabilidad en los menores. Ejemplo de ello, puede ser una gran distancia entre los hogares de los progenitores, cambios frecuentes en trabajos o domicilios.  Los niños, especialmente los más pequeños, necesitan de una estabilidad y consistencia en sus rutinas diarias (escuela, actividades, amistades). Dichas pautas pueden verse comprometidas si los padres viven en diferentes ciudades o tienen horarios de trabajo complicados.

Esta carencia estructural puede generar en los hijos una sensación de desorientación y falta de arraigo. Afectando a su capacidad para ajustarse a los cambios que ya de por sí conlleva la separación de los padres.

  1. Incapacidad parental

Otro motivo por el cual la custodia compartida puede no ser recomendable es la incapacidad parental de uno de los progenitores. Esta incapacidad puede estar relacionada con problemas graves de salud mental no tratados o abuso de sustancias. También, puede deberse a conductas negligentes o antecedentes de maltrato infantil, lo que afecta la capacidad de cuidado. En estos casos, es crucial priorizar la seguridad y el bienestar emocional del niño.

El riesgo de someter a un menor a un entorno no seguro o a la supervisión de un progenitor que no está capacitado para proporcionar los cuidados necesarios es alto. Estudios (Pruett et al., 2009) señalan que niños en custodia compartida con progenitores no capacitados pueden desarrollar problemas emocionales graves. La falta de apoyo y la exposición a ambientes potencialmente tóxicos influye negativamente en el bienestar infantil.

  1. Falta de vínculo parental-filial

Cuando un progenitor no ha tenido una vinculación previa significativa, la custodia compartida puede no ser recomendable inmediatamente. Por ejemplo, si un padre ha estado ausente durante gran parte de la vida del niño, el vínculo sería débil. El vínculo parental-filial es esencial para el bienestar del menor, y cuando este vínculo no existe o es débil, obligar al niño a pasar tiempo significativo con un progenitor con el que no tiene una relación establecida puede ser emocionalmente perturbador.

En estos casos, es preferible fortalecer la relación gradualmente, en lugar de implementar de inmediato un régimen de custodia compartida. La introducción brusca de la custodia compartida podría causar confusión o rechazo en el menor.

Adaptar la custodia a cada caso: La importancia de la evaluación individualizada

Dado que no todos los casos de separación y divorcio son iguales, la evaluación debe ser individualizada. Esto es fundamental para determinar cuál es el modelo de custodia más adecuado para garantizar el bienestar de los hijos. La custodia compartida no puede ser aplicada automáticamente, ya que no es una garantía de éxito en todos los casos.

La psicología forense desempeña un papel esencial en esta evaluación, realizando valoraciones periciales para determinar las capacidades parentales, las necesidades emocionales del niño y la viabilidad de implementar un régimen de custodia compartida. Entre los factores clave que se deben valorar están:

  • Capacidad de cooperación entre los padres: Si los padres pueden comunicarse y tomar decisiones conjuntamente sin generar conflictos que perjudiquen al niño.
  • Estabilidad emocional y estructural: Que ambos hogares proporcionen un entorno emocional y logísticamente estable.
  • Interés superior del menor: Las decisiones debe basarse en lo que realmente beneficia al niño, priorizando su seguridad, estabilidad emocional y desarrollo.

Conclusión

Aunque la custodia compartida se asocia con mejores niveles de adaptación, no es una solución adecuada en todos los casos. En situaciones de alto conflicto, incapacidad parental o falta de vínculo parental, puede ser perjudicial para el bienestar del menor. Las recomendaciones deben adaptarse a cada familia, buscando siempre lo que mejor garantice el interés superior del menor.

Es fundamental contar con una evaluación individualizada que contemple todos los factores en juego y ofrezca soluciones personalizadas, asegurando que las decisiones se tomen en base a lo que realmente beneficia a cada niño en su contexto particular.

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